La vida privada de los árboles

La vida privada de los ábroles, Alejandro Zambra, Anagrama, Barcelona, 2007

p. mairal

Bonsái y La vida privada de los árboles, las dos novelas del escritor chileno Alejandro Zambra, se leen de una sentada. Son novelas cortas, de 100 páginas. No son nouvelles o cuentos largos. Lo sorprendente es que en su brevedad son novelas que logran mostrar destinos, es decir la vida entera de varias personas. El lenguaje es directo, sin rebuscamientos ni oscuridades. Zambra recurre en la narrativa a la esencialidad de la poesía, no sobreabunda, no es barroco, ni verboso. Es clarísimo. Usa pocas palabras en una síntesis que parece expandirse luego en la cabeza del lector.

Y este estilo directo y despojado acompaña los temas. La vida privada de los árboles es la historia de Julián, un hombre que espera una noche a su mujer que no llega a la casa. La novela es la demora de esa mujer y el entramado mental que esa demora provoca en él, que se ha quedado cuidando a la hija de la mujer ausente. Julián es el padrastro. El que quiere a esa niña sin los conflictos de la paternidad biológica, sin la impaciencia, sin la exasperación. La cuida y, para que se duerma, le cuenta historias sobre la vida privada de los árboles. La niña crecerá y en el futuro quizá leerá la novela de ese padrastro escritor, leerá la novela que estamos leyendo nosotros.

Esta puesta en abismo metaliteraria se pone todo el tiempo en juego. La vida privada de los árboles es muchas novelas: es la historia para que se duerma una niña, es la novela que ella leerá en el futuro, es la novela que parece estarse escribiendo mientras leemos, y es la novela tangible que tenemos en las manos.

Zambra usa la tercera persona de un modo muy cercano a la primera, como una máscara transparente que no hace más que aumentar la ternura de la historia porque parece contada con el pudor de simular que eso no le está sucediendo a uno sino a otro. Este modo sutil, sin golpes bajos, no excluye la honestidad de los prejuicios, de los resentimientos de clase, los equívocos sociales. En una de las páginas dice:

“Mientras el padre y los niños juegan al Metrópolis, la madre rasguea, con trabajosa exactitud, una canción de Violeta Parra. Mi madre, piensa Julián, cantaba canciones de izquierda como si fueran canciones de derecha. Mi madre cantaba canciones que no le correspondía cantar. Se echaba en el sillón, por la noche, para entretenerse, para soñar con un dolor verdadero. Mi madre era un dispositivo que convertía las canciones de izquierda en canciones de derecha. Mi madre cantaba, a cara descubierta, las mismas canciones con que otras mujeres, vestidas de negro, velaban a sus muertos”.

La novela anterior, Bonsái, se parece a una voz en off que cuenta historias a toda velocidad, resumiendo vidas enteras y consecuencias de actos en un solo párrafo, un poco como la voz en off en la película mejicana “Y tu mamá también”. En La vida privada de los árboles esa voz en off se explicita, se relaja y cuenta con más calma las cosas, pero con la misma economía de recursos. “Tal vez”, dice el narrador, “todo es más simple y él exagera, como siempre: la calma regresará y él volverá a ser, por fin, una voz en off. Eso quiere ser, llegar a ser, cuando viejo: una voz en off.”

Zambra fotografiado por Thays


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Varios textos de Zambra on line, en letras.s5.com.
El audio de una breve entrevista en la radio colombiana HJCK.
Entrevistado por Agustín Valle en la revista argentina Debate.

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En el artículo Los asesinos prudentes, en la revista Arcadia, Margarita Valencia dice:

"...Bonsái y La vida privada de los árboles, de Alejandro Zambra (Chile, 1975), exhiben una inteligencia afectiva excepcional (en esta y en las generaciones anteriores), apareada con un gran refinamiento literario. Zambra cuenta historias complejas y seductoras sin muchos aspavientos, y es contenido y preciso; registra minuciosamente, como en un documental a la manera de la National Geographic, la vida emocional de sus personajes –hombres y mujeres jóvenes normales, sin mayores distintivos– y el proceso de escribir sobre ellos. El resultado son dos novelas cortas, muy sobrias, muy bellas, con una belleza reposada que se deja examinar una y otra vez".